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MUÑEQUITA



Cierras los ojos, suspiras tu anhelo, te amoldas a tu lecho muñequita deseo, y sucede que dentro del poder del desvelo de tu sueño, te transformas en un ser diminuto, del tamaño de un silencio. Como diamante aéreo te atas al flujo de mis pensamientos; en el recorrido trayecto que dirige tus pasos hacia mi mundo en Morfeo.
Me buscas como destino para tus cuentos, y encuentras el rincón por donde te escucho cuando te leo. Te acurrucas cómodamente como si hubieras sido concebida para aquel sitio pequeño, y empiezas, con un antiguo dialecto, a susurrarme toda la noche historias de magia, alegres relatos de seres de luz que han compartido contigo la existencia del universo.
Y así me aleccionas, me instruyes, me formas, en la historia de tu magia, haciéndome tu aprendiz de amor, discípulo para tu cuerpo, investigador de tu pasión.
Diminuta voz que me transforma en haces de luz, cuando duermo, y así mismo, apareces como primer pensamiento al momento de volver al silencio, cuando sale el sol, al crearme, creyendo en mi sueño.

SINFONIA



Selvático silbido de rezos guturales, resuena como eco de vivos conciertos, de una mezcla entre agudos y graves, de mirlos y gorrioncillos, recorriendo el valle de tu plexo al momento exacto en que sonríes.
Se provoca la figura de una deliciosa curva, en la maravilla de tu boca, sonrojando aun más tus labios. Mi ansia se imagina la mordedura de tu pasión, encarnado en la fuente de tu lengua, bebiendo a gotitas de placer de toda tu saliva; apetitosa experiencia, que fascinan mis días, y como autómata que junto a ti germina, cierro los ojos y tú me invitas a saciarme de magia divina, al tacto de mis labios con tu risa.
Resuena la vida, tu sonrisa, te acaricio las mejillas. Te beso; me besas y todo es una maravilla.
Conciertos de todos los cantos de millones de aves celestiales que rodean nuestros labios cuando me regalas con besos el eco de tu sonrisa.

OJOS LUZ



Al primer rayo de sol se despiertan las saetas de los hijos del centauro, motivando una explosión a manera de desfile de estrellas en terrenos del Olimpo; dirigiendo la opacidad de lo nocturno hacia occidente, en donde el vulgo percibe aquella aurora como promesa encantadora de nueva vida al final de la bruma.
Los centauritos alegres, manejan sus flechas, cabalgando cada rayo, dirigiéndose hacia el este, hacia la estrella madre, en donde, la diosa hace su festín diario de fotones y tonos de colores; y los niños arqueros fascinados en la luz que emana de aquella fuente de alegría con la sonrisa de su corazón, se consumen por completo: saetas, arcos, espíritus, herraduras, caminos y toda la luminosidad con que puedan aportar a aquel espacio de amor.
Apenas abres los ojos, los pequeños hijos del centauro dirigen sus saetas hacia tu luz, minados en tu visión, perseguidos por tu voz; cabalgan a diario hacia la fuente de pasión que emana de tu corazón; fortaleza del Olimpo, hogar del dios.

COLOR AMOR



Hay un magenta que gotea desde mi alma cuando me fundes al rozarme tangente con la finura de tus dedos; me deslíes como cera con tu fuego, y en mi estado fluido penetro en el molde de tu cuerpo para tomar tu forma, y así con tus esencias tomo el color de todas tus luces hasta completar la llenura en la blancura de tu sol, mi sol; tu y yo.
Del magenta al negro, del rojo al violeta, vas sintonizándome a tus tonos; lanzándome a tu cielo, haciéndome arco iris para el paisaje en el que armas nuestro hogar nuevo.
Y así adopto el color de tu beso en violetas corpóreos, y el suspiro es un cian que cobija tu sexo en escarlatas brillantes de pelambres trigueños. Flor de trigo, arco iris sepia, mujer perfecta.

REFLEJO DE MANOS



Palpitando un susurro entre puentes colgantes dentro de los avernos de mi alma, me aferro a tu tacto, en tu caricia, en el apenas perceptible olor de tu cuerpo cuando me piensas; y transito entre murmullos románticos de teamos peldaños, que me abren camino hacia el arco iris en que me cobijas de alma y remontas tu placer con mi vino, embriagándonos de ansia al extrañarnos cuando de las puntas de nuestros dedos apenas nos hemos desconectado, luego de haber atestiguado la pasión del encuentro.
Palpitando los ojos, al encuentro de mi espejo, con mi corazón en tus manos, veo en ti mi reflejo, y sé que vives en mí, y sé que me recorres con cada latido de tus besos.