Las fibras del telar, sexuadas, se quebrajan abismadas contemplando el vapor delicado de un sopor erótico excretado en la mañana. La aurora me contempla. Me visita la ingrata ironía de entregar mi alma al mundo: puerco bodoque revuelto de ideas, tolerancia y eminente ignorancia. Aurora sigues: oscura y celeste señora, amante sola, amante aurora; desnudas mi desnudez vertiendo tu cálida espesura de invisible diamante aéreo purificado en las horas de mis sueños. Me haces frío. Te asemejas, en sensaciones, con los caudalosos delirios ebrios de mis anhelos; te pareces, en ilusiones, a mi amada: figura universal de hermosura plena, contenta y mañanera. Eres aurora, y luego pasas. Re – evolucionas. Ya no está la celeste señora, ha pasado la vida en cada línea discreta que va marcando el oscuro ascenso hacia mi conflicto, carnal por mi cerebro, espiritual por mi amor. Mi tiempo es amar, mas no soy amor, en él me envuelvo.
Retumba el viento. Aún sueño. Mi vida no despierta; todavía estoy muerto. Sueño madurando la opulencia de energía que me inquieta. Y me entrego a tu imagen. La energía de Morfeo, cómplice de mis maestros, me conduce hacia las cumbres de los cielos: oasis predilectos. Escalo hermosos bosques inclinados, verdes puros, pastizales sabrosos; camino por sus ríos, solo, egoísta, fascinado en mi ignorancia. La cumbre aparece, he llegado al valle; venerable aposento de hermosas playas virginales. ¿Seré dichoso? Sus aguas son tan castas que se pierden invisibles en el infinito invitándome al delirio clandestino de volar, enrumbándome en un viaje esférico, mágico, irreal. Venga mi delirio a consolarme en la realidad cuando mis plumas me deleitan, mis sueños me colman y mi cuerpo desvalido, pálido y banal, descansa sus maltratos, evoca pasados contactos y se muere en la estancia de su inercia acompasada de pereza y soledad.
Aquel es mi escape, puerta de emergencia a mis batallas, salida de mi alma. Entonces sí puedo sentir, aunque por efímeros momentos, unas miguitas de paz interior; aunque de manera fugaz, puedo sentirme y amarme. Pasado lo corto y fugaz, mi mundo de encuentro y de paz se torna caleidoscópico y en su conjunto de incontables figuras amorfas va maniobrando mi conciencia nuevos panoramas que acosan a mi ingenua ausencia: me devengo en espejo, en el que te miro, te encuentro, me fascinas, me pierdes y me libero en espíritu.
Abusando de mi albedrío, te distingo; tu figura no la defino, decirte hermosa sería un delirio, para ti hay un mejor destino, y lo único a lo que atino es mirarte como un pálido hechizo, una flor, la mujer, la madre; me invade el anhelo de hacerme tu regalo, que de alguna forma puedas encontrarme como un gusto para tus aromas, tus colores, tus sueños… me aventuro a transformarme: miro el espejo (o sea a ti), y me vuelvo un rosal y cual germen posesivo intento encontrar un hogar que establezca la unión y el equilibrio tan complicado en mi dualidad. Proclamo, entonces ser sus flores: esencia concubina de mil amores, hipnotismo con saetas llamativas en sus colores; pétalos sedosos, razón de codicia para sus captores. Soy flor de rosa, roja, blanca, multicolor, injertada; soy la dama soñada al final del ciclo vegetal, soy deseada, llamativa, todos me admiran; soy mujer (soy tú) y en mí se hace eterna la dinastía del rosal; estoy en la cumbre del hogar, soy belleza y me encanta; pero no me llena el alma.
Dejo la flor, bajo la escalinata y pruebo a ser sus hojas: corazones verdesperanza con la mirada hacia el sol; perfiles dentados de un excelente pulmón, ligero complemento de belleza a su flor. Soy hoja de rosa, verde oscura, acorazonada; también bella y muy observada; soy el aire interno que alimenta a la respiración en su sed; pero no me basta. Salgo de esta casa, continúa la escalera, y en el peldaño que le sigue en rumbo profundo me nace la tentación de ser sus espinas: niñas celosas, hurañas; tosco adorno de protección a tan alta hermosura, belleza punzante rondando su frágil tallura; soy espina, guerrera; por mí se frena el ojo enamorado temeroso de su mano; soy agresiva, celosa, defiendo lo mío, lo que amo; me ven con respeto, soy la ira de la defensa en protección inquieta, soy la dama prudente, ataco ante la mínima ilusión de acción hiriente; pero no soy esencia, no me llena ni me basta, algo falta.
Abandono la piramidal aguda en vista perdida hacia circulares horizontes y encuentro un cilindro atajo a la bajada, me encuentro con la columna de esta planta: peldaño viril de abundante savia, camino del maná hacia arriba y abajo, vida que viene y va. Soy tallo, soy el tímido armazón de los peldaños; estoy presente en todos lados, tengo muchos brazos; me admiran por mi acción, no hay belleza en mi fisonomía estancia; soy fuerte, soporte de la vida, caudal interno en torrentes de comida, soy alimento; pero me siento ser un instrumento, no me deja lleno, no me alcanza el efecto.
Sigo soñando, sigo creando. Mi cuerpo en éter escucha a sus ojos; estos, confundidos no encuentran objeto en qué seguir buscando; no hay graderío, aparentemente se ha terminado. El éter fluye a remolinos leves invadiendo inciertos rincones demasiados escondidos, perdidos por la bruma de lo físico; sectores serenos, personales; lugares vastos en el universo de lo único, canales espirituales. Cierro los ojos del fluido creando otro graderío hacia el silencio radical. Estoy en lo profundo, me fundo y me fusiono: soy raíz, soy cimiente; nadie me puede observar, soy la causa del efecto externo, un muy leve instrumento; no tengo valor sino por lo que hago y jamás alguien de mí ha escuchado; soy raíz, reposo latente de meditación vital, reflejo de ideas, catapulta de energía, espejo esencial; soy felicidad en el alma, soy natural, esencia. En este nivel de conciencia ubico un hogar, una paz; me alborota la fiesta del silencio paralelo al misterio de hallar tan hermosa localidad: esto si me…
En espontáneo cambio de escena, el éter confuso es lienzo oscuro: fabrico sus acuarelas, doy luz a sus siluetas; fui raíz, hace siglos, o talvez hace un momento: hoy soy la misma rueda revolcada de vida en vida en busca de un motivo. Ayer fui hace siglos, ahora soy lo que he sido: el mismo.
Desarmo cada silueta. La vida no debe ser de sombras; parto cada una de ellas y a la par asoman brillos de nostalgias: egoísmo lírico; nadie comprendería este arrebato de encontrarme en mis cabales fuera de mis sentidos corporales, de caminar cual mendigo, filósofo autodidacta sumergido en tanto conflicto. Pero, ¡un momento!, tras vacilar sobre mí mismo, la rebeldía de mis pasos atraviesa el vacío y marca sus huellas sobre el aire, va dilatando su sembrío, va cautivando el abismo; poco a poco va formándose su escala, se fabrican los peldaños, se produce el graderío; todo esto de tan duro material y tan valioso como el vacío, yo lo utilizo, soy usuario de su servicio. Subo.
En verdad he caminado, he despertado en medio de un sueño rumbo al espíritu de un hombre que no ha amado. Mi mundo interno, mi internidad, no conoce límites, ni rumbos; es infinitamente angosto, producto de mis ansiedades pasiones, de mis debilidades ilusiones, de mis ideas y deducciones. No hay rumbos. ¿Por qué he creado caminos? Hay luz. La luz es esencia eterna y está en el todo, no tiene el vacío. En mi mundo aun no encuentro mi nido.
Yo no soy para caminar, soy para volar; vuelo por mis caminos. Entonces, mi propio instinto se encarga de triturar el paso que camino tornándome en caída libre hacia el ligero laberinto de aire y de sonido. ¡Éxtasis de alma el desvanecimiento de mi hastío! Mi libertad, luego, fluye y en remolinos acompasados de espirales ventarrones descargo a mi cuerpo hacia la delicia de volar: soy proyectil espiritual en sui géneris trayectoria que no acierta de dónde viene ni a dónde va; emerjo de la nada para maniobrar entre selvas de incertidumbres, emerjo de la nada para volar, soy cauce espiritual. Soy espíritu, busco amar. No se qué cierta energía es la encargada de darme esta forma de trabajar; pero al no conocerla, el espíritu de volar encuentra en la fatiga una gran excusa para encallar. Poco a poco voy cayendo. Hago esfuerzos. Voy cayendo. Aleteo, muy suavemente. Poco a poco llegando al suelo, cayendo…
Vuelve el lienzo oscuro a mi inconciencia. Desesperado intento recuperar el pasado cuando volaba a voluntad. No recuerdo hace cuánto tiempo busco recordar. Me relato el momento, invento otra historia semejante, no resulta el intento. El pasado no regresa en lo distante: quimera sugestión de lo ausente, impotencia de aceptar un golpe en el presente. Ahora soy la realidad ausente cultivada en el pasado, aprendiendo; viviendo en un presente aislado, deduciendo; madurando el coraje de un ser libre en el futuro; aprendiendo, deduciendo y actuando.
Me estorba la luz del día que en un momento ha sido el misil culpable de mi descenso a la realidad en vida. Siento la tierna caricia del rayo dorado, visitante clandestino que a diario se cola por el vidrio; su ruido es el frenético estallido del silencio: me despierta.
La dama pereza me arrulla a destiempo, me reta a seguir durmiendo, flotando en nubes telares calentando instintos y la seducción ardiente de desvanecerme durmiendo mientras busco un nuevo sueño como si viviera por medio de ello. Intento ubicar mis remembranzas. De 6 a 9 de la mañana, te he soñado, he dormido tanto que me siento fatigado; gran pretexto de júbilo angustiado que me estanca a seguir acostado.
Vagas sombras son las escenas que rebotan al sobresalto de despertar. Recuerdo valles, naturalezas, rosas y escaleras, tú; procuro interpretar los acertijos del subconsciente, pero la información que me queda es escasa; la respuesta, otra vez, queda pendiente.
¿Estoy despierto en verdad? Soñar, dormir, despertar vivir, vegetar: son conceptos que busco percibir en mi mezquindad tras la confusión de encontrarlos presentes y mezclados en cada acción de mi cotidianidad. Ambiguo universo de la palabra es la expresión de mi verdad: sueño dormido, sueño despierto, vivo dormido, vivo soñando, vegeto viviendo, duermo vegetando, voy muriendo. ¿Será la edad? Es necesario matar un mundo para crear otro, mi egoísmo va muriendo, mas es eterno.
Y sonya las horas de vivir, me despierto, las horas son ya ¿Podré por fin amarte en este día?
Me levanto.
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