Me remojo los labios en la punta de tu
lengua, puliendo mis besos para
explorarte desde la piel hasta los huesos; me das un ligero mordisco para que
apure mi desenfreno, para que me consumas entero.
Reto de mi cuerpo el mantenerse atento frente
a toda aquella tentación que yace en tu lecho, y empiezo siendo pequeño,
animado por tus pechos; me abrazo fuerte a tus ojos, y ellos me incitan a
continuar dentro tuyo, abarcando tus tesoros.
Suspirando me vuelves a besar, conectando
cada poro de tu piel con mis vellos, absorbiéndome la vida, abrigándonos los
cuerpos en un orgasmo delicioso, infinito, eterno, completo; entero de armonía,
paz y sortilegios, siendo magia, iluminando la divinidad, fantaseando la
realidad.
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