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TRIO III


zoom, abriendo los ojos y sintiéndome

Fluye el silencio, te acompaño;
fluye tu fuego; te acompaño;
fluye tu miedo, fluye tu fuego
te acompaño, no siento, cuánto te pierdo.

Fluye la vieja sonrisa, el instinto;
tan santo el amigo, tan santo el alivio;
fluye vergüenza, profunda paciencia;
tan alto el hastío, tan miedo el delirio.

Fluye saliva en el sexo sonámbulo,
sueño virtual, en estado falaz
oculto en tu mudo cansancio,
en tu momento, en tu orgasmo fugaz.

Fluye tu miedo, ¿conoces mi sexo?
Fluye tu instinto, ¿conoces mi sueño?
Fluye tu saliva, ¿conoces mi beso?
Fluye tu amor, ¿ conoces eso?

TRIO II

yo, sintiéndome


Azul se eleva el aroma
que persigue sustancia elevada,
no se extingue, no se asoma;
sólo máscara, sigue la nada.

Contempla y medita, se sienta y exhala,
su iris se atrofia en visión de temores,
rodilla de rezo, plugue, ruido de bala
es su ruego, de soledad, sus amores.

No existes, real, no te pierdas,
define tu azul, enciende tus hilos,
silbo de marioneta, flor de tinieblas,
sonrisa de niña, hija del ruido.

Pienso en tu ser, tu idea de voz,
tu pereza de ver, mi juego de amor;
suprime su hoz el dardo feroz,
que acompaña mi lira y mi canción.

No soy yo, no soy vos, no soy;
más te siento sin ser, y tu miedo
se envuelve tragándote en hoy;
ya no más, tu origen, aquí no te tengo
hoy no soy
ya no más…

TRIO I

yo, después de abrir los ojos





Te mentalizo en exceso
curva excéntrica
parábola de serpiente,
me imagino tus orgasmos
y tu germen que me miente
y tu lágrima me piensa,
susurra su mentira,
en ella tú te esquivas,
te pierdes en tu ira
¿cuánto te mientes?
Espero que te encuentres

Hoy no sobrevives, te mueres;
en el laúd, apenas vibras;
en mi silencio, apenas caes,
ya no vives, ya no mueres;
tiembla tu nombre, suena su aire;
tiembla tu voz, mentira suave:
Dulce sanguijuela del infierno,
mentira de sueño, alma sin tiempo,
sueño blasfemo de un mudo averno
es tu sino, tu falso, tu dueño…

FACUNDO


Ehécatel despierta, susurra su lengua y suspira generando remolinos amores,
aparecen los demonios de siempre, nunca faltan en la función declarando sus intenciones,
un dios ha hablado; mentira, dicen los falsos, así no es; ¿has escuchado?
Las palabras hablan de amor, se puede sentir la tierna caricia de magia en la voz,
sus versos huelen a flor ¿en dónde está el error?
Hay una escalera espiral que distribuye los sentidos hacia lo profundo,
tanto hacia arriba o abajo, el destino se define en la soledad de su paz.
La luna ha empezado a menguar.
La oveja en la oscuridad fragua su plan:
ésta es la paranoia, nadie puede hablar de felicidad,
el dios no se puede revelar,
su conocimiento puede detonar la libertad,
y aun necesita egos para dominar.
Oveja-lobo quiere comer de su placer,
¿la ves? ¿lo puedes oler?
alguna vez caminó la divinidad de algún buen designio,
supo conocer al viento volando con su miedo,
y así se perdió en el silencio de su ego.
¡Que crimen más pendejo!
A Ehécatel con envidia manifiesta su placer,
y se pierde, cobarde, tras su mensaje sin saber
que el dios-viento besa la luna desde dentro,
mira sin ver, desde su ser, honesto,
disfrutando la plenitud de su completez;
disfrutando cómo no lo pueden ver;
disfrutando verlos, con su miedo, perder.
Ehécatel calla su pensamiento y fluye.
En nahui ollin, camina,
en su nueva feliz vida.

¿Y DE POSTRE?

caipi...
Hay un indicio apenas susceptible de las limitaciones divinas que nos persiguen siendo humanos, y un detalle sugerente de perdernos en el espíritu al contemplar lo bello; pues bien, al cerrar los ojos distingo la ausencia del tiempo en mi cuerpo y mi alma arremete como fuego translúcido que quiere brotar fuera de mí. Desaparezco, intento recordar cómo es que miro, ahora todo brilla, los sepias oscuros se conjugan con rojos sangre, y el paisaje es mío, pero me deprimo; hay una belleza que no es completa al no poder palparla, quisiera compartirla pero es muy densa. Sólo en la aventura de un ensueño el espíritu puede mantenerse en este momento, y entonces vuelo, camino, atravieso muros, me imagino creando puertas; intento recordar cómo es que vivo, y en eso sé que algún miedo me confunde desde un principio: ¿Y acaso es que he nacido? Camino en aquel desierto: muchas personas, todos están secos; muchas calles, muchos edificios, todos están vacíos. O me aíslo o me hago uno conmigo mismo.

Busco un sitio de encuentro, algún espacio eterno; sé que en este miedo debe haber el fénix de mi renacimiento, el fuego que permita hacer menos denso el paisaje mío y de mi silencio. Mi ego es supremo; que torpeza, cuánta alegoría, mucho pensamiento. Y de repente te veo: brillas, te paseas y te sigo viendo; hay un flujo de serpientes rojas que se mimetizan cuando fluyo entre los muros, a veces camino sobre ellas, en otras ocasiones me hacen volar entre pensamientos oscuros, me apagan la vista, me pierden la presencia. Y sonríes, y aquellas serpientes se enfilan urgidas de ansia hacia tu alegría, celosas, con iras de que me extravíe de éstas dirigiendo mi atención hacia tu sonrisa. Y me miras. Hay ciertos momentos que percibo el detalle sugerente de encontrar lo divino al contemplar lo bello, y en la ausencia del tiempo en mi cuerpo recuerdo que espero el fénix de mi renacimiento. Y me miras. Y veo fuego. No quema. Enceguece. Consume. No lastima. Da vida. Detiene el tiempo. Es la alegre libertad del espíritu inquieto.

Mis pasos se tornan ligeros, y las sierpes rodean todo este espacio en la impotencia de actuar o filtrar su veneno. Y camino ciego, y pienso todo lo que te veo y en tus ojos me pierdo. Por un instante, infinitamente fugaz siento que estoy naciendo. Como último recurso de volver a mi tiempo, me aferro a tu abrazo y te abrazo, hablo lo que puedo, suspiro lo que tengo, intento soportar todo lo intenso. Y  recuerdo que estaba comiendo. Termino de comer y continúo en mi silencio. Hay un flujo de serpientes rojas que se mimetizan con lo que observo cuando fluyo en el desierto.

ALICIA


- La tristeza, en ocasiones, permite que fluyan nuevas formas de ver la realidad, la alegría nos ciega del mundo, nos aísla. Estar triste hace sentir lo eterno del sufrimiento humano y de su mortal final, que puede resultar en dicha o desgracia, según la vida que se viva- Y así continúa cavilando Alicia, mientras se limpia su nariz y se lava la cara.

- Al final, yo tuve la culpa, no debería hacer enojar a Carlos, sabiendo cómo se pone cuando está con iras- Se consuela conforme mira su rostro en el espejo que aun tiene algunas gotas de sangre en el labio.

- Si bien yo tuve la culpa, pero ¿Por qué siempre debo terminar así? Si me parece que es justo que yo tenga espacios dentro de esta relación- Insiste conversando con aquel reflejo triste y lloroso que ve en el cristal.

- Es verdad, ya no puedo soportar esto, creo que mejor me voy, no puedo continuar así- Limpiada su cara y arreglado su rostro, imprime a su faz un rasgo de seguridad. Se dispone a salir del baño.

Agarra la cerradura y piensa: - Pero, ¿qué voy a hacer después? Mis padres…, ni siquiera estoy casada…-

Sale del baño, se acerca a Carlos, con cierto temor y recelo: - Lo siento, te prometo, que no volverá a suceder.