Cada mañana es un renacer en el
juego de tus dedos que me satisfacen la espalda, te miro, me imagino que es un
sueño, sigo soñando la odisea tu paraíso; acaricio tu cintura, y sé que es
cierto, te tengo. Me besas -buenos días, mi amor- y siento que todo el universo
nace conmigo. Te das la vuelta en el rito de encajarnos exactamente pecho y
espalda para susurrarte que te amo, acariciándote los pechos; rodándote mis
manos por un perfil de tu cuerpo, sintiéndome completo. Todos los días,
amanecer contigo, en la ceremonia del deseo al declararnos el amor, ya hecho,
justo antes de hacerlo, es lo que quiero eternamente. Contigo quiero.
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