Ehécatel despierta, susurra su lengua y suspira generando remolinos amores,
aparecen los demonios de siempre, nunca faltan en la función declarando sus intenciones,
un dios ha hablado; mentira, dicen los falsos, así no es; ¿has escuchado?
Las palabras hablan de amor, se puede sentir la tierna caricia de magia en la voz,
sus versos huelen a flor ¿en dónde está el error?
Hay una escalera espiral que distribuye los sentidos hacia lo profundo,
tanto hacia arriba o abajo, el destino se define en la soledad de su paz.
La luna ha empezado a menguar.
La oveja en la oscuridad fragua su plan:
ésta es la paranoia, nadie puede hablar de felicidad,
el dios no se puede revelar,
su conocimiento puede detonar la libertad,
y aun necesita egos para dominar.
Oveja-lobo quiere comer de su placer,
¿la ves? ¿lo puedes oler?
alguna vez caminó la divinidad de algún buen designio,
supo conocer al viento volando con su miedo,
y así se perdió en el silencio de su ego.
¡Que crimen más pendejo!
A Ehécatel con envidia manifiesta su placer,
y se pierde, cobarde, tras su mensaje sin saber
que el dios-viento besa la luna desde dentro,
mira sin ver, desde su ser, honesto,
disfrutando la plenitud de su completez;
disfrutando cómo no lo pueden ver;
disfrutando verlos, con su miedo, perder.
Ehécatel calla su pensamiento y fluye.
En nahui ollin, camina,
en su nueva feliz vida.
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