A la orilla del mar, las olas
apenas acarician el gesto de mi alegría, y la arena es un zafiro
pulverizado por las muescas de las jaibas que danzan al recordar su
origen, de dónde vienen, y el hábitat que los cobija; sentado observo tu
llegada: el cielo turquesa, el viento brillando, las nubes rojizas, el
agua parda con tintes verdes anacarados, y todo cálido. Las olas son
espejos ondulados, ojivas de gotas, parábolas de espuma, paredes húmedas
que se desbordan haciendo piso para tu camino, abriéndose ante tí,
posándose a tus pies.
Luz blanca, amaneces todos los días, y me
acaricias en la orilla, en donde al observarte me regalas un sorbo beso
de tu vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario