En el recodo del
acantilado, donde las algas mecen sus alfombras, recostadas entre percebes que
acarician sus largas hojas, el mar se apacigua, a la orilla del peñasco donde
se ha posado tu mano al momento de escabullirte por algún tiempo desde tu hogar
en el mar, hacia tu curiosidad en la tierra.
Y dejaste tu huella en
la piedra, y se ha originado una fuente de agua dulce que se dirige hacia la
sierra, en contra de la gravedad, siguiendo tu huella para calmar tu sed en tu
camino de conocer lo bello del planeta.
Siendo sirena, te has
forjado como sueño de poetas, silueta de musa perfecta, amiga de todos los
senderos para las letras, navegando mis sueños, caminando mis cometas,
posándome tus manos, dejándome tus huellas, haciendo de mi alma una fuente de
amor que alimenta tu belleza.