Cada
amanecer, al verte los ojos abiertos, aparece un concierto de flores, luego de
despertarte, en tu lecho, una conjugación de olores que perfuman con exóticos
aromas los tonos violáceos que emanan tus curvas cuando sudas al amarme,
fundida con mi cuerpo.
En
aquel bosque de maravillas, duermes, mientras con tus manos te acaricias la
mente disparando flechas de amor en todas las direcciones, alcanzándome por
todos lados, pues en todos estoy presente.
Y te
adorno el paisaje haciéndome fuente de viento en el cual te acurruco para que
flotes insistentemente hasta que tu mirada se centre en el nuevo día que
amanece, y hagas la luz, y te poses suavemente en mi vientre y me cubras por
completo dándome un beso que me convierte en ti para siempre.
Y vas
formando tu camino para el día, orquídeas azules para los bordes de tu sendero,
amapolas doradas endulzando el suelo con su psicodelia de fuego mientras tú
meditas enamorada la sensación del amor cuando todo se ilumina, cuando me
tienes en tu cuerpo, cuando besándome me dices que me amas, y te abrazo y me
abrazas, juntándonos en un solo alma.
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