Todo es
movimiento. En el continuo divagar de los astros, así como es arriba es abajo;
y vamos expandiéndonos del centro al infinito, completando el espacio que le
falta rellenarse de creación a este universo.
Aquí abajo, la
corriente nos conduce por la vía del espíritu en camino de expansión hacia lo
bello; es una forma más pura de atestiguar la creación, nos encontramos,
verificamos nuestro universo, y se acrecienta el amor, con la cierta
posibilidad de hacer el espacio mucho más grande, renovándose a diario los
senderos.
De lo infinito a
lo bello, de lo sublime al centro, la hermosura de lo que tenemos tiene su
analogía con el devenir de los dioses cuando nacen y ellos mismos van creando
las moradas donde se hacen eternos, contemplando el paso armónico de las
galaxias, el nacimiento de los soles y la vuelta a su ciclo en agujeros negros.
Y podemos
admirar todo eso, al fundirnos los cuerpos; al cerrar los ojos mirando al otro
transformarse en luz cuando nos damos un beso; sintiendo el paso de los astros
en su divagar, haciéndonos estrellas, constelando nuestro cielo.
De lo infinito a
lo bello, la forma perfecta de la estética es tu cuerpo, y en aquel cálido
paisaje en que nos refugiamos en nuestros encuentros, somos parte de la
corriente que hace del creador la magnificencia del pensamiento cuando nos
pensó amándonos para siempre en continuo movimiento, y nuestro amor
expandiéndose infinitamente de lo sublime al centro.
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