Néctar de nogal sabor a miel con
avellana, el beso que me das cada mañana, cuando al despertar se que me miras
desde la distancia.
Rojizo el horizonte, los trinos en bandadas labran
turquesas de cielo que se alegran al brillar el único sol de mi planeta: tus
ojos.
Y tus
labios humedecen mi lengua que, ávida de tu agua bendita: deliciosa saliva,
abre sus papilas en afán de beberte toda, fuente eterna de medicina, manteniéndome
en éxtasis de visiones de infinitas vidas, de eternos compartires, de caminos,
de manos tomadas, de pasos juntos, de almas unidas.
Y así
amanezco todos los días, en la caricia del sopor del viento del susurro, de mi
nombre cuando me llamas desde tu lecho al despertar, a que te vista con mis
rezos, mía. Buenos días.
Y así anochezco, al despertar en los sueños, cuando me haces el amor a diario en el paraíso de morfeo; noches en que me cubres con tu alma cuando duermes y vivimos juntos la eternidad que añoramos en el día.
Eres mi amanecer al escuchar el paso del sol, eres mi nuevo día al dormir para encontrarte en sueños. Siempre tuyo. Siempre en el camino de mi vida. Vida mía.
Y así anochezco, al despertar en los sueños, cuando me haces el amor a diario en el paraíso de morfeo; noches en que me cubres con tu alma cuando duermes y vivimos juntos la eternidad que añoramos en el día.
Eres mi amanecer al escuchar el paso del sol, eres mi nuevo día al dormir para encontrarte en sueños. Siempre tuyo. Siempre en el camino de mi vida. Vida mía.
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