El
entorno en emoción ya intuye que en el día de hoy habrá fiesta, y los espíritus
se enfilan aguardando, del horizonte, la visión del arcoíris que se forma
cuando nuestras almas se funden en la isla del centro del universo como
testigos de que la divinidad nos atestigua.
Alma
mía, refugio, alegre llamarada de Amor, camino, estamos cada uno detrás de las
montañas, más allá de las nubes, con el deseo, la necesidad, la ilusión por
tenernos a la vista, con el tacto del corazón, y así somos uno, a lo lejos.
Y
cuando nos juntamos, el espíritu estalla en silbidos de armónicos discursos que
recuerdan lo infinito de este círculo, de los ritos que nos unen, de la
ceremonia espiritual que se conjuga al besar los alientos, unir los cuerpos,
mirarnos por dentro y respirarnos los besos; acariciándonos enteros,
sintiéndonos completos.
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