La luz converge en cada espacio
húmedo de tu cuerpo y se refracta; de tus ojos las lágrimas, de tu aliento el
respiro, de tu piel el sudor, de tu alma el espíritu; cristal reflejo de lo
divino que al amanecer, cuando te alcanza el sol, sin priorizar el estado de tu
emoción, se condensa en alegres brillos que alegran la vida haciendo que todos
te dirijan la vista, justo en aquel momento en que como arco iris te presentas
al iniciar el día, todos los días.
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