Mi flor se despierta abrigada desde el ocaso
con el amor que le envío. En su jardín, el regadío se mantiene fresco
alimentado por mis besos que fecundan sus raíces, respirando las hojas en mi
aliento y brillando los pétalos al cielo cada vez que la tengo; y así amanece
cubierta de caricias de rocío por la mañana, a pesar del frío, siempre ligera,
brillante, hermosa, enamorada.
Mi flor amanece, despierta, en su eterna
primavera y se engalana la mirada con su paso elegante, en la tarea de adornar
la vida de los que la contemplan fascinante, cada día mientras regala su
sonrisa, aquella alegría contagiante.
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