El tulipán arroja
cimiente, en aroma de besos, con sus brazos tallos hacia la ladera de tus
curvas prominentes; soplan los alientos expandiendo el amor de aquel cultivo
hacia todos los confines, los valles y sus muros, sombras y claroscuros.
Tulipán turquesa, tallo
violeta, perfume bravío, arremete en tu silencio, leyendo uno por uno tus
surcos en el intento de curvar la historia que en cada estación repite tu
sembrío; en amoroso intento de fusionar semilla con olvido, y mantener en
alimento los oasis que fluyen por todo tu tiempo.
El tulipán se ha
instalado en el borde del precipicio en el intento de salvar hasta el último
resquicio de hermosura del personaje de este cuento; sembrado entre vacío y
universo, entre tiempo y ansiedad, entre oscuro y soledad; mantiene su raíz
calada hasta el sonido más agudo de su alma; se alimenta de aquella dama oasis,
fuente amor, caricia calor.
Tulipán ama la cimiente
donde germina desde que existe como metáfora del amor cuando se encuentra a la
amante divina.