Mi jardinera camina
acariciándome la huerta con su paso descalzo; mis surcos son las consecuencias
del labrado de su mirada; y al recostarse en mí, con su cadera va orillando el
regadío para mi sed, que me enjugará luego con la saliva de sus besos; de
aquella fuente manantial me surge la vida, fertilizando todo mi cuerpo,
abonando con su amor mis sentimientos.
Mi jardinera me camina,
y riega aromas desde su canto, cubriéndome de ella, curándome los suelos; con
pedacitos de sus alas, aligera su cuerpo, haciendo follaje para mi lecho, y en
el frío entorno de mi cerebro abriga mi regazo con las flores que crecen en todo
lo que va marcando su peso.
Mi jardinera al
caminar, casi vuela, y las flores que me nacen en su paso, perfuman mis
alegorías, y alimentan el amor que me nace cada día.
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