Amanezco, como siempre con el primer pensamiento que me regala el
aliento en el día (TÚ), miro al levante y estamos algunos seres a la espera de
que despiertes, la luna en su menguante, en complicidad con tu descanso, apenas
permite delatar la espera y la fila que se ha formado para verte.
Y estamos: Mercurio, Venus, Marte y Yo, en aquel orden, buscando una
forma de alcanzarte sabiendo que tu dirección es aquella donde tú embelleces tu
entorno, en tu hogar, que está del otro lado de las nubes. Anoche te eclipsaste
y nos has despistado el camino y quedamos errantes los cuatro a la espera de
que muestres tu rostro para recuperar nuestro sentido.
Y amaneces, mi sol. Los planetas se quedan quietitos, estáticos,
perplejos de haberte buscado tanto y de saber que controlas su camino.
Y yo, con tu primer calor me hago viento, entro a tu aposento,
reconozco tu mejilla, te acaricio, recorro todo tu cuerpo, y en tus labios me
pierdo; me exhalas hacia el cielo y nuevamente al ciclo, con los astros a lo
lejos, en fila, a la espera de que
asomes la maravillosa presencia de tu espíritu, tu alma y tu cuerpo.
Y así, con la misma luz de amor
de los astros te amo y te extraño en las noches. Y sé que todos te amamos y
extrañamos en el día, mientras no podamos tocarte y estar dentro tuyo Novia Mía.
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