Enigma, misterio,
leyenda, me
hipnotizas con tu historia de tesoros guardados, no escondidos, jamás vistos y
aun sin descubrir, y me tientas con tu tacto a que me embarque en la tarea de
explorar aquel mundo en el cual todo a su paso guarda una riqueza, siendo cada
milímetro de piel una intensa recompensa para el peregrino al que se le permita
vagar por aquel paraíso de aromas de tibieza.
Me recorres con tu vientre, dibujándome tu
ruta, indicando en cada poro de mi cuerpo una pista, que me lleve hacia tus
tesoros, señalando que las manos son solo una herramienta para divisar la meta,
enfatizando que te mire y descubra por medio de mi boca; y así empiezo a
explorarte saboreándote las piernas, besándome con tu rincón oscuro, y de aquel
sabor que me alegra la lengua, desbordándome los besos; avanzo con los dientes
atando el graderío que me lleva a tu cadera, y desde ahí me dirijo a la
escalera que pasa por tu vientre, desvelado en el horizonte montañoso donde se
pierde la mirada sintiendo con mis manos tus senos; llegando hasta tu cuello,
abrazándote muy fuerte para no caerme desde tan alto cielo; rozándote los
labios, respirando tu aliento, deslumbrándome
en tus ojos, unidos los pechos, abrazados los cuerpos, de frente a frente con
el amor en el pensamiento, diciéndonos todo, en el jadeo del silencio.
Y siento que te exploro, mientras te amo, y
me recorres el alma, al amarme; llegando a la ruta, de todos los tesoros que me
has sembrado, que para mi has guardado, haciendo de nuestro Amor, la riqueza,
la vida, la magia, el paraíso, el sueño dorado.
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