Las
perlas en el cuello del alba brillan diamantiadas con flechas áureas que
iluminan, de azules con tonadas doradas, el amanecer, haciendo del horizonte
una lejana llamarada, de la que se disfruta el calorcito, que como caricia, me
llega cada día por la ventana.
En
sus joyas se encarna su elegancia, su rostro es la marquesina magia, que hace
que el objeto sea la contemplanza, escudándose la causa como hermosura que no
necesita ser verificada; o en su defecto adorada.
Nuevo
día, nueva semana, el ciclo avanza, y alba enrojecida de amor me despierta con
su caricia con la elegancia de una dama; me besa, con el Amor de amante
enamorada y me calienta el alma, con su sola presencia, con el timbre de su
sonrisa, con una sutil carcajada. Y me alegra la vida.
Las
perlas en el cuello de mi amada, son el reflejo de su mirada, que condensada en
sus pensamientos, se concentra en mineral precioso, que desborda su rostro
encallando en tan hermoso cuello para deleite de quien le ama, invitándome a la
pasión, para empezar justo desde ese puerto, a saborearla con mis besos.
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