La
apertura del iris se maneja de tal forma que el ojo del agujero negro apenas
deja escapar ciertos halos que lo delatan, y a su alrededor el entorno es
absorbido, todo se entrega, y no hay suficiente fuerza que pueda evitar ese
destino; los soles atestiguan impotentes la avalancha desmedida de gravedad que
los hace avanzar a paso ilimitadamente sentenciado hacia aquel centro.
La
fusión, para la conciencia que la pueda soportar, aquel momento en el cual,
explosiones titánicas de millones de años de luz suceden al ingresar en ese ojo
del universo, es un regalo de divina pausa.
Tiempo,
espacio y luz se detienen en aquella inmensidad, y suceden astros, conciencias,
ángeles, vacíos, y oscuridad, antes del no sé qué, que de acuerdo a sus
contenidos debe estar repleto de espacios que se vuelven a absorber a sí mismo,
y así sucesivamente hasta la eternidad.
La
apertura de tu iris, se forma de tal belleza, que cuando observas, la gravedad
de tu belleza absorbe todo lo que aspira; y al verte, hasta la luz no se
escapa, y así vas rodeándote de astros, que te acompañan, iluminándote la
mirada.
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