Hoy
se han juntado los ancianos a deliberar sobre todo lo que encierra el estar en
armonía con el cosmos. Hoy han tomado la referencia de su ser como animales de
un entorno, en el cual ellos permanecen como sabios, y como entes de enlace
para que el conocimiento divino se haga perpetuo. Transmiten sus pensamientos.
La tierra los escucha. Resuena el batá, marcando un corazón y se escucha al Pow
Wow. Todos cantan y en su canto, se mueve el suelo invitando al viento a bailar
(estructurando sirenas de arena, con luces de mariposas, y las más hermosas
flores en racimos, que van formando tu figura, y todo se vuelve explícito para
su razonar), y en aquel torbellino de ideas todos hablan su sabiduría; y en
este mencionar yo voy apuntando la escritura de este ensoñar. Las palabras no
tienen un orden, el pensamiento no es lineal. Todo el saber se reduce a una
forma infinita de figuras preconcebidas desde la antigüedad, y de ahí se parte
al hecho de que todo existe sin ser casualidad. Hay una causa para todo ello.
He juntado a todos mis ancianos de mis sueños, y en sus cantos y en sus rezos,
en sus músicas, en sus danzas y en sus vuelos, todos te figuran como la
armonía, el cosmos, la totalidad. Hay un círculo que gira en torno a mi
existencia, hay una flor que crece en el centro de mi realidad, hay un resonar
de voz melodiosa que acompasa mi caminar, hay un hecho que invita a mi alma a
bailar, hay un torbellino de ira que retumba mi volar, hay toda esta
causalidad.
Hoy he juntado a todos mis ancianos a deliberar, la hermosura de
tener tu ausencia como un hecho, de extrañarte una infinidad, de amarte en
exceso; de querer entregarme en el hecho de anhelar tu presencia y que de mi
alma te puedas alimentar, para tu felicidad.
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