Caminando en pleno cielo,
hurgando las nubes,
temblando en silencio,
no me detengo para sentir el
viento,
tan solo veo los helios que
permiten mi ascenso,
y la turbulencia me asusta;
el frío me condensa y humedece mi
vuelo,
al punto de sacudirme del sueño,
yme mantengo despierto.
Y siento la presión en aumento;
me deslizo en la sutileza de un
relámpago travieso;
contemplo caballos alados
que arrean al unísono un
relincho, como de trueno,
y me mantienen con el alma en el
cielo.
Las nubes forman un lago de
ópalo,
los cúmulos permanecen quietos,
los equinos con sus alas siguen
en su arreo,
galopando hacia donde el sol
brilla a lo lejos.
Y a lo lejos te veo.
Hay un rojo aterciopelado en el
horizonte,
que en parte me enceguece,
pero también disipa mi amargura.
Hay un brillo blanco, con
reflejos dorados,
que ilumina mi nostalgia,
atenúa mi tristeza y exalta mi
locura.
Hay un eco en el cielo, de pasos
al galope,
que viene desde el levante,
mostrando la figura de la sirena
alada,
en caballo torbellino gigante,
y en su choque con el viento
va iluminando todo con su
presencia,
y caballo y sirena resuenan en el
cielo
la beldad de su carrera
fulgurante.
Hay una voz en mi mente que me
cuenta,
me relata como es el tiempo, si
lo viera,
si atestiguara aquel momento,
en el que despiertas y renaces;
aquel momento en que abres los
ojos,
e iluminas todo y todo lo que
haces
es irradiar al mundo tu energía,
en un solo rezo cuando amaneces,
siendo la luz de cada día.
Es por eso que en tu luz pongo mi
vida,
en tu vida entrego mis días,
y en cada día busco tu luz
para que me ilumine la vida.
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