Buenos días le
dice el día a la vida cuando gira en torno a su centro, iluminado en la espera
viva de que su ciclo continúe en vigía durante la noche, que lo renueva y anima
a continuar con las vísperas de la gran fiesta en la que su creación termina.
El día busca
la luz como chispa que le permita iniciar su jornada de guía en los recodos que
quedan de la noche que termina.
Y siempre es
así, siempre el sol amanece temprano en espera que algo encienda su color, en
busca de la luz de la chispa divina que siempre nos vigila y nos cuida en la
noche mientras nuestro sueño vive la vida de la realidad que al amanecer de a
poco declina.
La razón de
este ciclo, vida mía, son tus ojos, pues sin ellos el sol no se anima a
brillar, ni podría encenderse de alegría al verte y así iluminar todo el día.
Atardece, te
escondes, y el sol entra en agonía; y al anochecer duermes, y sin tu mirada,
novia mía, todo se detiene, hasta que nos regalas la vida al encender el sol
con tus ojos todo el día, todos los días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario