Desde la gloria de tu aposento, al sur,
cuando me piensas, vas dándole senderos a mis versos y me creas. Extiendes tu
mano, me tomas con tus dedos, me haces minúsculo y me soplas lanzándome en
huracanes delirantes, protegiendo mi vuelo.
Y me tomas nuevamente, como siempre, como ha
sido mi deseo y me recorres las venas con tus besos, y mientras disfrutas
haciéndome magia, susurras tus pensamientos y en la intensidad de tus palabras
me hierves la sangre, me calientas el cuerpo, me elevas a tu cielo, tomándome
por completo, y me dices que en todo revuelo, en cada instante que se unen
nuestros espíritus, cuando nos amamos enteros,
ya está fijado todo un paraíso, un universo, un alegre despertar hacia
lo divino, la presencia del creador en el silencio, y así somos uno, y nos
fundimos en nuestro fuego, así como el oro de la entraña de la tierra como
materno alimento de Amor para nuestros cuerpos.
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