Camino con Morfeo, contándole de mi
enamoramiento, y éste me relata su experiencia a través de historias, desde su
origen a través de los tiempos; manifiesta que todo sucede de acuerdo a lo que
queremos: en el amor, por ejemplo, la decisión es vivir la realidad como si
fuera un sueño, haciendo mágicamente todo lo que somos capaces de crear, y me
tienta a definir la estructura del sentimiento que siento; me pide un concepto,
pienso. Escucho primero:
El dios me ratifica el hecho de que al ser el
señor de los sueños, siempre está creando, posiblemente su imaginario es más
vasto que el universo y en esto radica el hecho de la gran amistad que tiene
con Eros.
Me cuenta que cada sueño, tiene un subsueño y
así sucesivamente hacia adentro, pudiendo cada uno de ellos llegar a ser una
historia de amor eterna. La felicidad del enamoramiento es lograr que cada
relato eterno se protagonice con las mismas estrellas.
Y defino mi concepto, junto a Morfeo y
evocando a Eros: Mi amor se compone del respiro de la amada junto con mi alma,
fusionando los espíritus con las miradas, y los cuerpos atestiguan el
encuentro, firmando con su piel en cada milímetro de besos, que se regalan
cuando escriben cada uno su historia en el lienzo del otro, de su espejo.
Y los dioses suspiran cuando relato nuestro
cuento…
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