De frío en frío, la tristeza se va bebiendo
tu vida en la corta alegría que tu risa, cual placebo en agonía, vigila la fortaleza
de la imagen que proyectas cuando te sientas a pensar en la soledad del llanto
que declina lo que en cada día la vida te depara como acto de amor cuando te
canto todas mis plegarias, que van dirigidas a los dioses y ellos al escuchar
se embeben de mis palabras y deliberan sobre si cumplir o no con los ruegos de
mis rezos. Y así, todos los días.
Y al ser mujer, madre, amante, compañera
caminante, el más hermoso ser humano que ha habitado mi corazón, hago mis rezos
dirigidos hacia la implosión de tu espíritu que de tanto aletargarse, asimila
la anulación de su naturaleza; que el ruego te acompañe, de forma grata hacia
la consecución de tu camino metamorfo, hacia el renacimiento de tu amor,
haciéndote un refugio de descanso dentro de mi corazón.
Y así todos los días, beberme cada lágrima
tuya y enjuagarme el espíritu con tu tristeza, y en el recinto pálido de seda
de cada fibra de mi corazón, reponer tu etapa de crisálida perpetua, abrigando
amorosamente tu capullo, diosa reina, luna intensa, y que renazcas mariposa
alondra, o en el devenir del fuego de mi alma en donde invernas te recrees en
hada fénix, para renacer de las cenizas de tu pasado hacia tu nueva eternidad,
desde mí, dentro mío, con tu mirada alumbrando mi camino y en tu nueva entidad
que me enseñes a volar liberándome en tu libertad, disfrutando de nuestro
cielo, bebiéndonos nuestros miedos, saciándonos de nuestros cuerpos, protegidos
con nuestro fuego.
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