Estamos para eso… Eso…. Suena el eco que se
va calando insistente en las profundidades del valle al cual me has invitado a
volar.
Y recuerdo: había un graderío espiral, de
peldaños antiguos, parcialmente cubiertos de musgo grisáceo, sin pasamanos, sin
paredes, fijado en una sola columna central, y por donde había caminado ya hace
mucho tiempo sin llegar a terminar el trayecto que me atraía.
Conectado con las nubes, me imaginaba una
cima desde donde pueda ver todo lo que suponía mirar, y mi ambición me sugería
que mientras más arriba subía más extensión tendría para disfrutar del mirador
espiral.
Ya cansado, en la tentación de darme vuelta y
regresar, pienso que ha sido un trayecto muy largo, y apenas creo voy por la
mitad o ni siquiera eso; me siento, miro hacia abajo y me atrae aquel descenso.
Justo en el momento en que me dispongo a
bajar, apareces, me fascinas, me tomas de las alas (me había olvidado de que
podía volar) y con un suave soplo de tu aliento me elevas, y con tus besos me
liberas de los miedos que me impedían tan bello ascenso.
Y con lo más profundo de mi alma, sin
palabras, te agradezco, y me dices, con una potencia gutural en la fortaleza de
tu voz: Nos amamos, nos enseñamos a volar, nuestro cielo es eterno, el espiral
es únicamente para divisar en parte todo lo que podemos caminar, estamos para
eso… eso…
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