En círculo de palabras, en medio del sendero
de las aguas, bordeado de arañas, atestiguado por árboles ancianos, y el
entorno nublado, en donde los espíritus del bosque camuflados respiran la vida
que se mezcla con todo lo que ahora conmigo conversa, bajo las aguas
escribiendo con mi alma todo lo que ahora vivo, y voy leyendo de aquel río todo
lo que necesito para vivir la dulzura de envolverme de este torrente de Amor al
cual me has sentenciado. Y les cuento a todos que te amo, y me dices que les
cuente que me amas, que ellos sean nuestros cómplices y testigos.
Las arañas fascinadas, al ritmo de la marea
que baja, van escuchando mis plegarias y empiezan su labor tejiendo tu nombre
en cada espacio de sus casas; te imaginan endiosada y conforman tu figura
esculpiendo con su seda la perfección de tu rostro, y nos van elaborando
habitáculos esféricos invitándonos a descansar, amándonos en aquellos sedosos
lechos.
Y así vas creando, y así me vas amando, y así
vas escribiendo todos los pactos que se juran en el silencio del bosque, donde
los espíritus cumplen con todo lo que pide, cuando es verdadero.
Todos mis abuelos ya te conocen, y escuchan
tus palabras (y nos dicen “cuidado con las promesas, son sentencias del
espíritu, y se vuelven ciertas”) y entonces callas, y mi corazón te susurra
desde nuestro lecho en medio de todo este bosque tranquilo: si tú legislas mi camino,
y decides todos mis designios, y si has prometido tu alma y yo la mía; entonces
los abuelos atestiguan la última sentencia que perpetuará nuestras vidas
contando cada segundo como un infinito abismo de amores en el cual derramaremos
nuestros espíritus como un elixir de ambrosía para formar un solo alma, un solo
caudal en este río gigantesco en donde somos los creadores y tú la Diosa que da
la vida a todo aquello que te siente, a todo aquel que te mira.
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