La selva está en paz, la aurora llueve en rocío
de escarchas con tonos de sed; el verano, grato, avanza a su oscuridad; y es
tiempo de pensar, aunque siempre estamos pensando. La dilucidación de la
observancia surge de la contemplación del tono de respiro que ahora devino en
el torbellino de calor que la madre nos brindó.
Entre todo el bosque, los espíritus galopan las
copas de los árboles, se dispersan, vuelven al hogar. El águila revisa todo el
orden, alardean los capuchinos revolviendo la casa, molestando al jaguar, el
gato juega, sonríe y se eleva por los troncos, ruge y se echa a descansar.
La selva está en paz, la lluvia bendice el
comienzo de este estado en el cual, los antiguos hechiceros encarnan en espíritus
de animal, visitando la casa de los dioses, todo el verde, toda la humedad,
toda la verdad.
Y yo soy noche lunar azul, me vierto en toda la
verdosidad, amanezco el sol, brillo las estrellas, limpio el viento de cara al
silencio; en paz.
Hay un buen día para toda la hermandad, el Padre
nos crea, los hijos agradecemos y el Espíritu nos envuelve en amor, nos
acaricia la nuca, nos da su bendición.
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