Solía divagar
a través de agujeros de gusano, luz violeta, párpados lejanos, azul carrera:
desprovisto de fango. La inercia limpiaba cualquier rastro de duda y en el
apuro, todo el coloquio con los átomos, se convertía en una acalorada prisa
hacia la faz de la espesura; línea parábola, en el cometa en que viajaba, como
lumbre fría de su núcleo, casi siempre entre subida y bajada; repetía ciclos,
buscaba la llanura dorada.
Solía visualizar, desde el aposento de diamante, la transparencia de paredes desde mi alma, arrimado en el balcón de muchas auras: la majestuosidad de aquella llanura iluminada, donde reposaría mi palabra hasta convertirse en nueva galaxia.
Solía responder al alba: buen día, hoy es el tiempo de llegar al refugio de mi alma.
Hoy mi vuelo en el rezo ha encontrado su morada.
Eres la llanura dorada, iluminada, nueva galaxia, refugio de mi alma.
Solía visualizar, desde el aposento de diamante, la transparencia de paredes desde mi alma, arrimado en el balcón de muchas auras: la majestuosidad de aquella llanura iluminada, donde reposaría mi palabra hasta convertirse en nueva galaxia.
Solía responder al alba: buen día, hoy es el tiempo de llegar al refugio de mi alma.
Hoy mi vuelo en el rezo ha encontrado su morada.
Eres la llanura dorada, iluminada, nueva galaxia, refugio de mi alma.
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