Dulce sombra me cobija el oasis en burbujeante agua mineral que corre
a través del cuerpo, cuando, al desfallecer de haber recorrido tanto desierto,
me desvanezco entre espíritu y cuerpo buscándote, deliciosa esposa; y tú
salvándome del fango de mi sudor apareces con tus palmares a darme de beber riquísima
saliva de tus besos.
Mi salvadora.
Sombra oasis, dátil, vino y festín de la caricia
al encuentro y así salvándome a diario del oscuro desierto en que camino el
paso del tiempo a través de dunas de silencio. Salvadora de mi soledad, oasis
perfecto.
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