Los fuegos se encienden apenas se inicia el pensamiento para el rezo,
la llama está siempre latente y el humito es la chispa eficaz que mantiene viva
aquella fuente de la que se alimenta la madre para calentarnos en su vientre.
Es así que entre rito y ceremonia, la ignición de la llamarada puede verse
afectada por el apenas ocaso del sol o por el apenas inicio de la oscuridad en
la luna nueva; los espíritus festejan todas esas secuencias.
Hoy y en cada despertar los fuegos se renuevan,
los círculos se expanden buscando nuevas estrategias para hacer del universo un
sitio de paz.
Hoy amaneces en bendiciones, como al ocaso, al
levante o a la luna llena, llena de felicidad.
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