Despacio, suave,
deslízate de muro en muro a través de mis lágrimas, profanando la rudeza de mi
carne; desbárbame, deslénguame, pues en la furia de
mi alma insurgente dilapido siempre el suspiro que huele a tulipán de cobre.
Y eres mi jardín de arena, como granos de tiempo, verbalizando lo sublime de caminar siguiendo la huella de tu nombre.
Y eres mi jardín de arena, como granos de tiempo, verbalizando lo sublime de caminar siguiendo la huella de tu nombre.
Despacio,
suave, tritúrame el ego al punto de aire, y sóplame la mugre, déjame solo el ámbar
de mis ojos, para luego chuparme hasta
tus dedos el alma que me laves.
En la más
breve levedad de tu tiempo, recuérdame que el mío se acaba, y que tu secreto
está contento.
En la velocidad de tu
sabio consejo alértame por mis miedos, recuérdame que soy cobarde.
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